El sistema educativo formal, ya sea en el nivel universitario o en el de posgrado, prepara a su alumnado tan solo para memorizar contenidos. No está mal, aunque como está demostrado, con ello no basta. Hoy, en el mundo del trabajo, el desarrollo profesional y de carrera exigen poner en práctica los conocimientos adquiridos. Y quien no se adapte a esto, quedará fuera de juego.
En efecto, en la actualidad, las empresas y organizaciones apuestan por la permanente formación a través de planes de acción (que unen el ámbito académico con el laboral), tendentes a fijar lo aprendido a través de la experiencia, evitando que el olvido arrastre todo lo aprendido. Está estudiado que solo así es posible garantizar la transferencia del aprendizaje de quienes poseen la información (valor por excelencia) a aquellos que desean y necesitan acceder a ella.
Saber a secas versus saber aplicar
Se pueden dominar muchas teorías y conceptos; incluso, haber leído sobre experiencias de países u organizaciones exitosos en tal o cual tema o problemática (en cualquier área de estudio), pero la cantidad de datos acumulados no es sinónimo de éxito en el proceso de aprendizaje. Para que se entienda, no es proporcional a la eficacia del mismo.
En esto, se está produciendo, en el campo de las organizaciones, un drástico cambio de paradigma que, mal que les pese a muchos, está poniendo en jaque a quienes, hasta ahora, creían que el dueño del saber era el dueño del mundo. Esto cambió independientemente de la impresión que podamos tener sobre ello, pues de lo contrario es preferible no molestarse en hacer carrera y progresar en lo laboral.
Está visto que la erudición, que era un valor preciado en el pasado, de no transitar conforme a las últimas tendencias en un rubro específico (actualizado) y no estar aplicada a una realidad, problemática o ámbito concreto, pierde todo su mérito.
Para decirlo en pocas palabras, el aprendizaje que no se destina a dar la solución a un problema determinado, es decir, que no se aplica, es un saber inservible en los tiempos que corren. Esto es así en el mundo moderno. Solo puesto en contexto, en contraste con una realidad, el saber que, con creatividad, improvisa y progresa buscando métodos alternativos para dar respuestas a las preguntas de siempre, se fija y no se olvidará jamás. Esto último tiene una explicación: toda experiencia en la que el sujeto es protagonista, pensando, creando “su mundo” y no dando por sentado nada, permite que el conocimiento esté, todo el tiempo, en acción. En movimiento. En un círculo virtuoso de oportunidades; en una vorágine de posibilidades en permanente movimiento. Todo es posible.
Es un hecho: en un sistema global en permanente cambio, la aplicación de lo aprendido es indispensable. No podría ser de otra manera.
¿Qué tal si aplicamos lo aprendido? Esa es la clave
Hoy en día, la educación formal e informal (la universidad, la educación terciaria, los posgrados y las escuelas de negocios) debe motivar el aprendizaje. Debe apuntar a enseñar a aprender; a incorporar conocimientos, aceptando retos y desafíos, frente a los avatares que presenta la realidad. Ya no se trata de impartir conocimientos para que estos sean replicados, como proponían las líneas tradicionales de enseñanza. El mundo no evoluciona así. Las variables, en un sistema que cambia, de un segundo a otro varían permanentemente y los sujetos deben estar preparados para pensar por sí solos, animándose a innovar. Así como un ordenador comprado hace dos años se torna inútil con el paso del tiempo, el conocimiento que no se aplica ni actualiza caduca incluso antes de que se terminen los cuatro años de la universidad o la cursada del posgrado.
Por eso, hoy es tendencia mundial incluir en la formación muchos y variados programas de acción, que buscan vincular el campo académico con el del trabajo y los organismos gubernamentales, con vistas a poner en modo ejecución el conocimiento. Porque la regla es que el conocimiento sin acción es inútil. Verdaderamente, es como leer un diario al día siguiente de su publicación. ¿Qué significa esto? Que la información que se tenía ayer (y se consideraba sumamente valiosa), hoy no vale por sí sola; solo aplicada, puesta a prueba, en contraste con la realidad, se actualiza y sigue vigente. Y hay que tenerlo claro: el conocimiento que no logra seguir ese proceso cae en desuso inexorablemente.
Poner en práctica lo aprendido es la clave fundamental. Las nuevas generaciones de trabajadores profesionales se enfrentan con demasiadas dificultades en este sentido. En ocasiones, no logran sentirse capacitados para dar solución a determinadas problemáticas en el ámbito de los negocios, pese a disponer de sobrados conocimientos (innegables pero inútiles, si están separados de la práctica).
Estar informado es una cosa e interpretar la información y saber usarla en la práctica, es otra muy distinta. Algunos ejemplos que bien lo explican: quien lee un manual completo sobre mecánica de automóviles no necesariamente está listo para reparar un coche. Tampoco se puede cursar la carrera de medicina a distancia. Menos aún se es un experto en conquistas solo por haber consumido cuanta revista del corazón se vende en España. Conclusión: la información por sí sola no es nada. La práctica lo es todo.
En el siglo XX, la réplica de los conocimientos y su aplicación idéntica (siempre de la misma manera) para solucionar cada uno de los problemas que la realidad iba imponiendo resultaba efectiva. No obstante, hoy sería ciento por ciento infructífero e inservible. Y no puede olvidarse que quien no esté al corriente de estas tendencias a escala planetaria ni cambie su chip se caerá del sistema, indefectiblemente. En efecto, en pleno siglo XXI, con vistas al futuro, solo quienes superen la prueba, es decir, los supervivientes del campo académico tradicional, serán los protagonistas del mundo que viene.
Dos más dos, mañana quizá ya no sean cuatro
Verdaderamente, quien logre ponerse en los zapatos de alguien que, tras veinte años en una misma empresa, de tipo familiar, sale al mundo competitivo del trabajo, como si se acabase de graduar, entenderá de qué trata este cambio de paradigma.
¿Logran imaginarlo? Se trata de un profesional de unos cincuenta años quien, tras décadas de cómoda seguridad en el trabajo, con un sueldito aceptable, debe afrontar un conflicto serio por primera vez en su vida: volver al ruedo cargando con una pesadísima mochila de conocimientos que ya han caducado. Para ejemplificarlo bien y que quede claro: en cualquier rubro, tras veinte años transcurridos sin capacitación real ni programas de formación permanente, se está literalmente fuera de juego. La experiencia es frustrante, ¿verdad? Sí, es como golpearse la cabeza de frente contra un muro muy grueso e indestructible.
Este tipo de persona precisa de una urgente actualización profesional que lo ponga nuevamente en carrera. Cuanto antes. Solo así estará listo para volver al mercado laboral y ser capaz de conocer, comprender y saber aplicar (esto último se considera lo más importante; sin ello nada es posible). Recordar aquello que, la falta de práctica, predispuso a olvidar. Algo así como lo que el viento se llevó.
El mencionado es un proceso que requiere de determinados pasos ineludibles; entre ellos: aprender a aprender, enfocar los contenidos al uso próximo y alinear y conectar el aprendizaje con las metas profesionales exigidas o autoimpuestas, con el objeto de enlazar nuevamente con el rol o puesto laboral que ha de cubrir dentro de una empresa u organización, potencial empleador de este “caído del sistema”.
Sacando algunas conclusiones: ser profesional no es parecerlo
Ser profesional en el mundo de hoy, implica estar actualizado necesariamente. Nadie escapa a esta regla. Y eso no es todo: no solo hay que ser profesional (y comportarse como tal) sino parecerlo. En esta dirección, como ya se ha dicho, el ámbito académico debe proveer de nuevas teorías, modernas técnicas e innovadoras metodologías, que permitan al egresado desarrollarse en un campo de acción específico, es decir, dentro de un mercado de trabajo en extremo exigente. Solo así el hombre es capaz de formar y transformar la realidad: el mundo tal cual le es dado. En consecuencia, la interrelación de los ámbitos educativos o formativos en líneas generales (cursos terciarios o escuelas de negocios, por ejemplo) y la sociedad, es indispensable. Bajo esta lógica, el campo educativo universitario, terciario o de posgrado, debe contemplar una práctica imprescindible. Una práctica que ponga en valor el conocimiento y lo mantenga vigente, pese al indefectible paso del tiempo.
Efectivamente, el objetivo de esa práctica debe ser la aplicación real y concreta de los conocimientos en temáticas o problemáticas específicas, dentro de la sociedad en la que esos conocimientos están inmersos.
Debido a que la tecnología avanza a pasos agigantados, de un segundo a otro, es bastante improbable que un plan de estudios contemple y se adapte a esos cambios y al ritmo de la sociedad. Es por eso que hoy, los posgrados o escuelas de negocios tienden a la formación permanente de planes de acción, que capaciten permanentemente, uniendo teoría y práctica, aliadas indisolubles.
Comentarios (4)
victor leon
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Anye
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Sonia Rivera
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El conocimiento se verá mucho más enriquecido en la medida que apliquemos en nuestra acciones y nuevas propuestas donde nos encontremos.
Es por ello que los nuevos enfoques nos hablan del APRENDER HACIENDO y solo de esta manera podemos incorporar todo aquello nuevo que vamos conociendo para aprender y retroalimentarnos cada día más.
Psic. Rodolfo García
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Por otra parte, quizás exista confusión entre lo que es memoria y lo que implica el memorizar contenidos o información. La MEMORIA es un proceso cognitivo básico que nos permite recordar sucesos, analizar y ordenar información. MEMORIZAR sólo es codificar y almacenar información a nivel cerebral, lo cual no sirve de mucho si esta información no se comprende y no se vuelve significativa para la vida real.