Cómo alcanzar la transición energética sin impactar la rentabilidad del negocio

Cómo alcanzar la transición energética sin impactar la rentabilidad del negocio
La transición energética se ha convertido en una necesidad para la sustentabilidad de las empresas y de la sociedad en general.

Hay un fenómeno que se ha hecho más común los últimos años, durante los meses de la primavera boreal, e incluso las primeras semanas del verano en algunos países de Europa, las granizadas intensas con drásticos descensos en la temperatura. La causa, así como de muchos otros fenómenos meteorológicos, es el calentamiento global.

Los desequilibrios causados por el hombre sobre el ecosistema son cada vez más palpables y espectaculares en un sentido negativo. Sequías más extremas, huracanes más poderosos, nevadas históricas se vuelven más comunes, y todo apunta a que la mano del hombre tiene el mayor peso detrás de estos fenómenos.

Dentro de este contexto, la transición energética se ha convertido en un deber que están afrontando la mayoría de las naciones del mundo, y donde el sector empresarial también tiene un papel preponderante.

Conceptualmente, la transición energética se trata del proceso mediante el cual la producción de energía cambia de una forma a otra. En la situación actual, se centra principalmente en la descarbonización de las actividades humanas, lo cual no sólo pasa por los actores involucrados en la generación de energía sino que también, se puede trasladar a los consumidores particulares y empresariales.

Tal y como es conocido, los combustibles fósiles, cómo el carbón y el petróleo, son las principales fuentes de producción de energía del planeta con hasta el 80% de esta. A su vez, al ser quemados y liberados a la atmósfera se transforman en dióxido de carbono (CO2), uno de los seis gases que ocasionan el efecto invernadero, es decir, el calentamiento global.

Es por ello por lo que la transición energética se ha convertido en uno de los principales objetivos de organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pues es la única salida que existe para evitar consecuencias más catastróficas sobre la vida en el planeta. En el 2015, durante la XXI Conferencia sobre Cambio Climático (COP21), 195 países firmaron el denominado Acuerdo de París, un pacto para abordar el cambio climático, así como sus efectos para el planeta y la sociedad.

La visión del Acuerdo de París es a largo plazo y tiene dos objetivos fundamentales: reducir a cero la cantidad de emisiones contaminantes por parte de los países signatarios para el 2050; y contener el calentamiento global por debajo del umbral de los 2 grados centígrados.

La necesidad por la descarbonización no se centra únicamente en la importancia de reducir los gases de efecto invernadero para mitigar el calentamiento global, sino también en el hecho de que los combustibles fósiles son finitos. Es decir, de una forma u otra la transición energética debe llegar a la sociedad.

Transiciones previas

En los últimos dos siglos la sociedad ya ha experimentado otras transiciones energéticas, aunque en ambos casos, centradas en combustibles fósiles. En el siglo XIX se dio el paso de sustituir la madera por el carbón como fuente de energía.

Mientras que durante el siglo pasado el carbón perdió espacio en la producción de energía ante el petróleo. En este momento, la principal diferencia es que el efecto que se busca con la transición energética es proteger al planeta de la amenaza que supone la quema de combustibles fósiles.

Ya se han dado pasos importantes en ese sentido, de una forma u otra. Antes del Acuerdo de París, en diciembre de 1997 se firmó el Protocolo de Kioto (aunque entró en vigor en el 2005) el cual perseguía la reducción de los gases de efecto invernadero entre los 180 países firmantes, en comparación con las emisiones que se tenían en 1990.

Una de las metas que se propusieron los miembros del acuerdo fue reducir por lo menos en un 18% sus emisiones para el 2020 con respecto al citado año (1990), lo cual fue superado, pues para el 2018 se estimó que dicha disminución alcanzó el 25% de las emisiones.

No obstante, en muchos países dicha reducción no obedeció a cambios reales en sus modelos de producción de energía o a una mejor gestión ambiental por parte de autoridades o el sector empresarial, sino a la caída de la Unión Soviética, lo que conllevó al cese de un sistema industrial muy contaminante en decenas de naciones.

Transición en la producción de energía

Una de las principales actividades que generan gases de efecto invernadero es la producción de energía para la cotidianidad humana, misma que hoy es sustentada en su mayoría por los combustibles fósiles; sin embargo, en la última década ha habido un avance muy pronunciado en la eficiencia de las energías renovables, principalmente la eólica y fotovoltaica (solar).

Si bien las energías renovables y su aprovechamiento se conocen desde hace muchas décadas, la relación costo- beneficio era muy baja aún para la masificación de estos sistemas de producción de energía.

En los últimos años ha habido una reducción sustancial en los costos de producción en los dos casos mencionados. En el caso de la energía fotovoltaica alcanza hasta 80%, mientras que en la energía eólica llega hasta 60%.

Por ejemplo, en comparación con una década atrás, en el caso de la energía eólica, hoy se puede producir en lugares con menor intensidad de viento, las hélices que se utilizan pueden ser más pequeñas y generan más energía, mientras que la producción de energía con torres de la misma envergadura que hace diez años puede alcanzar el doble.

Hay otras dos fuentes de energía renovable que están consolidadas y que seguirán jugando un papel importante en la transición energética, como lo son la energía hidroeléctrica y la geotérmica.

Pero también hay otras tecnologías emergentes dentro del ecosistema de la transición energética como lo son la energía marina y el hidrógeno.

En el primero de los casos, la fuente de energía más intuitiva que se podría utilizar es el movimiento del oleaje, pero también se pueden aprovechar las mareas, lo cual además ofrece la ventaja de que se pueden predecir con exactitud.

Mientras que, en el caso del hidrógeno, no se trataría de una fuente de energía como tal sino un vector energético, y que, de obtenerse de fuentes renovables, es totalmente ecológico. Su aporte puede ser precioso, principalmente para hacer sostenibles sectores difíciles de electrificar, como la industria pesada, la navegación, la aeronáutica y el transporte por carretera con vehículos pesados.

Transición del consumo

Cómo alcanzar la transición energética sin impactar la rentabilidad del negocio

La transición energética no se centra únicamente en el cambio en los métodos de producción de energía, sino que también se enfoca en las personas y el tipo de energía que eligen para alimentar sus vidas, así como el uso que se hace sobre el recurso.

Un gran paso hacia la descarbonización pasa por la electrificación del consumo, lo cual a su vez termina haciendo más limpios otros sectores como el transporte, así como la digitalización de las redes eléctricas, que mejora la eficiencia eléctrica.

Al hablar de la gestión ambiental dentro de una empresa, la forma de adopción varía radicalmente dependiendo del tipo de organización de la que se hable. Por ejemplo, en aquellas que están dentro de la rama industrial, o algún tipo de manufactura, pueden tener un papel mucho más activo y determinante, que una que esté centrada, por ejemplo, en el sector de comercio.

En estos casos la transición energética está estrechamente relacionada con la forma cómo se produce dentro de la organización. Es decir, la eficiencia que exista en las instalaciones que se emplean en el proceso. Por regla general la maquinaria y equipos más modernos son más eficientes y por ende más amigables con el medio ambiente.

Para conseguirlo hay que saber aprovechar muy bien los recursos que están disponibles y sobre todo, apostar por las energías renovables. Se debe tener en cuenta que la transición energética en este punto va a representar una inversión, pero que traerá beneficios no sólo de cara al medio ambiente, sino también en términos de ahorro en electricidad y por lo tanto en la reducción de los costos de producción de la organización.

El siguiente aspecto por destacar dentro de esta transición es la gestión que se hace del consumo de energía. Una buena gestión hará que todo funcione correctamente y, en consecuencia, el consumo energético se reduzca de manera importante.

Finalmente, un punto neurálgico dentro de la adaptación que se debe dar, en cuanto al consumo de energía, es la logística. Casi todas las empresas están involucradas de una forma u otra dentro de la cadena logística, misma que en la actualidad está impulsada principalmente por combustibles fósiles.

Sin embargo, los medios de transporte impulsados por energía eléctrica comienzan a ser cada vez más comunes, y se presentan como la alternativa para que toda la actividad de una empresa reduzca su impacto en emisiones hasta eliminarlas por completo, como plantea la ONU.

Este tipo de acciones no sólo tendrán un impacto sobre el medio ambiente, reducción de costos de producción de la empresa en el largo plazo, sino que además abonarán a la reputación que se tenga sobre la organización, pues el cuidado del medio ambiente es cada vez más apreciado por los consumidores al momento de tomar en cuenta sus decisiones de compra.

Beneficios de la transición energética

La transición energética, dentro de una empresa, la encamina hacia una gestión ambiental más responsable, y también trae beneficios palpables desde el punto de vista económico.

Uno de los principales inconvenientes que tenían las energías verdes años atrás, era su viabilidad económica, dados sus altos costos. Hoy, esto ha cambiado y la producción de energía con fuentes renovables se ha vuelto más económica con respecto a algunas fuentes.

Por ejemplo, en el caso de la energía fotovoltaica, existen plantas en Medio Oriente y México que en subastas de energía registraron los precios más bajos del mundo. Al existir una oferta mucho más competitiva en cuanto a precios, las empresas pueden tener acceso a dichas opciones y con ello tener un impacto significativo en materia de gestión ambiental.

Mientras que cuando se mira hacia el lado de la producción interna de las organizaciones o su gestión de la energía, las inversiones que se hagan en pro de mejorar la eficiencia energética de los sistemas de producción rápidamente se van a poder recuperar, pues se ha demostrado que las empresas que apuestan por una transición energética permiten recuperar la inversión inicial en muy poco tiempo. Una vez recuperada la inversión a través del ahorro energético, todo lo que le sigue son beneficios para la empresa, los cuales podrán ser destinados al aumento de los márgenes de beneficio o para seguir mejorando la empresa en diferentes aspectos.

Por otra parte, tal y como se comentó previamente, otro de los beneficios que va a arrojar una gestión ambiental que lleve hacia la descarbonización, es la mejora en la imagen de la marca. Las empresas que son identificadas con una imagen más amigable con el ecosistema tienen una mayor valoración entre los consumidores, que conscientes del papel que tienen al momento de elegir productos o servicios, también buscan hacer su parte en el combate contra el cambio climático.

En otras palabras, en la medida que los consumidores perciben como más responsable la gestión ambiental de una organización, mayor es la posibilidad de que sus ventas crezcan y con ello sus ganancias.

Plan para 2025

Recientemente la ONU presentó el Plan de Acción ONU- Energía 2025, en el cual establece un marco de acción colectiva entre casi treinta organizaciones de la ONU e internacionales, para impulsar la adopción de medidas a gran escala que conducirán a la descarbonización de las actividades humanas.

Estar al tanto de este tipo de acciones globales es una forma como las organizaciones pueden conocer más sobre las acciones que pueden llevar a cabo para lograr una efectiva transición energética.

El citado Plan de Acción de la ONU se enfoca en siete áreas de trabajo, entre las que se encuentran ampliar las medidas conjuntas de ONU-Energía para cerrar la brecha de acceso a la energía y garantizar transiciones energéticas justas e inclusivas; impulsar las asociaciones entre diversas partes interesadas potenciando los pactos energéticos; aprovechar el poder de los datos, la digitalización y la visualización para reforzar la supervisión, el seguimiento, la rendición de cuentas y la comunicación de resultados, entre otros puntos.

La ONU es la cara más visible de un proceso (la transición energética) que atañe a toda la humanidad, misma que cada vez tiene mayor consciencia de que sin un cambio radical en la forma cómo se produce y consume la energía en el planeta, la viabilidad de la vida como se conoce está en serio riesgo. Dentro de este contexto, el papel de las organizaciones parte desde su gestión ambiental.

Formación relacionada

La página web www.cerem.es utiliza cookies para mejorar los servicios ofrecidos. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso e instalación. Para más información haga click aquí.

Subir