Desde la Revolución Industrial, el mundo empresarial está aferrado a una cultura presencialista que deja poco margen a la flexibilidad laboral. Cuestiones como la jornada intensiva o la conciliación profesional y laboral resultan difíciles de aceptar en la mayoría de las organizaciones.
Sin embargo, en las empresas en las que se implantan modelos más flexibles, se ha demostrado que aumenta la productividad de los trabajadores, se atrae y retiene el talento, se fideliza a los empleados y mejora el clima laboral.
No obstante, en España se sigue pensando que el trabajador que más produce es el que más tiempo pasa en el centro de trabajo. Para estos empresarios la productividad laboral está estrechamente ligada a largas jornadas para los empleados.
Afortunadamente, aunque muy despacio, las organizaciones van adoptando nuevos métodos, a medida que observan cómo la flexibilidad laboral, el trabajo por proyectos y la jornada intensiva aumentan sus beneficios y atrae a empleados más cualificados y felices.
Iniciativas públicas y privadas para flexibilizar los horarios
Dentro de las medidas adoptadas por la Administración Pública para erradicar la cultura del presencialismo, destaca la Ley 39/1999, de 5 de noviembre, concebida para la promoción de la conciliación profesional y laboral con la vida privada y familiar.
Con esta ley se dio pie a distintas subcomisiones de trabajo destinadas a conseguir un orden y un acondicionamiento del tiempo de trabajo. Las medidas son enfocadas a la consecución de la flexibilidad horaria y de la jornada, de manera que la conciliación sea factible.
A raíz de esta iniciativa se han ido dando pasos en la Administración Pública, acortando los horarios de trabajo, fomentando la jornada intensiva y flexibilizando los tiempos de trabajo. Incluso se ha llegado a establecer un límite horario para que termine el tiempo de trabajo. A partir de las 18 horas se sigue lo que se ha dado en llamar “luces apagadas” o tiempo límite de jornada.
En la empresa privada el tema se intenta regular a través de los convenios colectivos. Según fuentes oficiales de la Comisión de Trabajos y Asuntos Sociales, casi un 20 % de los convenios firmados incluye ya alguna medida para la flexibilización de los horarios. No obstante, es un cupo muy pequeño el de empresas que aplican estas normas.
Se ha llegado a la conclusión de que la racionalización de los horarios varía en función de las peculiaridades de cada empresa. Los trabajadores del sector público pueden acceder con mayor facilidad a la realización de parte del trabajo en sus hogares o decantarse por una reducción de jornada.
Para los empleados del sector privado es más asequible lograr la flexibilidad horaria en cuanto a cuándo empiezan y terminan la jornada. También se pone en práctica la posibilidad de compensar unos días por otros.
Por último, se ha demostrado que en este campo influye mucho el tamaño de la empresa. Son las grandes organizaciones las más predispuestas a adoptar medidas como la jornada intensiva o la jornada continuada de verano.
La conciliación y la productividad laboral en el ámbito europeo
En Europa se sigue discutiendo sobre el tiempo de trabajo. No obstante, se han ido considerando otras facetas de la jornada laboral que han ido ganando terreno a la hora de negociar por parte de empresarios y trabajadores.
Tanto es así que la flexibilización del tiempo de trabajo ocupa ahora un mayor espacio en las previsiones políticas de los Estados de la Unión Europea. De hecho, este factor ha conseguido desviar la atención de la reducción de jornada.
Cuestiones como la incorporación de la mujer a la vida laboral, el avance en tecnología y la formación han obligado a plantearse un reordenamiento que proporcione un tiempo de trabajo mucho más flexible.
En este sentido se trabaja sobre un doble objetivo: aumentar la eficacia de los negocios, y permitirles gozar de una organización del trabajo más ecuánime, y realizar un ajuste del compás de trabajo a las necesidades y preferencias de los trabajadores.
En definitiva, la carga laboral se redistribuye entre empleados que tienen diferentes necesidades horarias. Y las organizaciones reajustan su ritmo de producción con una variación en la forma de distribuir las horas de trabajo. Pueden hacerlo a través de la flexibilidad externa (despido de trabajadores o subcontratas) o de la flexibilidad interna (alterando los tiempos de trabajo de los empleados).
Esta última opción parece ser la que mayor aceptación está teniendo en el entorno europeo. La razón es que la experiencia ha demostrado que de este modo los trabajadores rinden más, aumenta la productividad de la empresa, se retiene talento y se propicia la conciliación.
La jornada intensiva
Un tercio de los trabajadores españoles asegura que serían más felices con la jornada intensiva. ¡A esta conclusión se llegó a través de una encuesta denominada “¡Horarios Españoles”, que llevó a cabo el portal Let’s Beer! La muestra analizó las opiniones de casi 2400 encuestados.
A pesar de ello, el estudio pone de manifiesto que, sea cual sea el horario pactado con el empleado, casi el 60 % de los trabajadores no se va a casa hasta que el jefe abandona la empresa. Por lo general este hecho hace que el horario se vea ampliado ante el temor, por parte del empleado, de que el jefe crea que no se implica lo suficiente con la organización.
¡Con este estudio, Let’s Beer! ponía de manifiesto el desfase de horario laboral de los españoles con respecto a sus homólogos europeos.
La jornada intensiva o continua hace referencia al hecho de realizar todo el trabajo sin pausa, excepto los 15 minutos que marca la ley para aquellos trabajadores que laboran más de 6 horas seguidas.
Este tipo de jornada puede llevarse a cabo durante todo el año o solo durante periodos especiales, como por ejemplo un día a la semana (especialmente el viernes) o los meses de verano. Todo ello dependerá de lo dispuesto en el convenio colectivo de la empresa o en el propio contrato.
La jornada intensiva de verano
Muchos convenios recogen una distribución especial del horario laboral durante los meses de verano. Dependiendo de lo estipulado, la jornada intensiva puede llevarse a cabo desde primeros de junio hasta finales de septiembre, solo los meses de julio y agosto, agosto solamente…
Por lo general, durante la jornada intensiva de verano se trabajan menos horas, en parte para evitar la fatiga del trabajador. Sin embargo, en muchas empresas, durante el resto del año se trabaja un poco más para que el cómputo anual arroje las ocho horas diarias trabajadas de media.
Ventajas de la jornada de verano
Como hemos enunciado, muchas organizaciones optan por la jornada continuada durante el periodo estival. Este horario conlleva ciertas ventajas organizativas para la empresa y también procura una fórmula acertada para que la plantilla pueda conciliar su vida laboral y personal. Recordemos que durante estas fechas los menores están de vacaciones y así los padres pueden pasar más tiempo con ellos hasta que vuelvan al colegio.
Dentro de las ventajas organizativas de la empresa, destaca el hecho de que durante los meses de verano muchas compañías eligen tomarse vacaciones. Proveedores, servicios externalizados, clientes… el flujo de trabajo baja considerablemente en la mayoría de los casos. Este hecho permite ajustar el horario de la plantilla para que los trabajadores puedan obtener algunos beneficios durante esos meses.
Como norma general, durante la jornada intensiva el empleado trabaja menos tiempo. Aun eliminando los tiempos de descanso, el horario se acorta. Esto siempre es bien recibido por el empleado.
Se promueve la conciliación profesional laboral del trabajador con su vida privada. Al no tener que trabajar por las tardes, dispondrá de más horas de luz y más tiempo para aprovecharlo y dedicar buena parte de la jornada al ocio y el esparcimiento personal.
Aunque muchas empresas se muestran reticentes a creerlo, lo cierto es que la experiencia demuestra que, durante la jornada intensiva, el empleado presenta una mayor capacidad de concentración.
Los estudios hacen hincapié en que la jornada continuada aumenta el rendimiento y la productividad de la plantilla. Inexplicablemente, aún son muy numerosas las organizaciones que, tras el verano, vuelven a la jornada partida.
Inconvenientes de la jornada de verano
Las desventajas derivadas de la jornada intensiva de verano están relacionadas con una mala política de reparto de tareas y una mala organización del tiempo por parte de empleados y empresas.
En muchos casos, los empleados que se acogen a la jornada de verano acaban experimentado un considerable cuadro de estrés. La razón es que se pretende realizar la misma carga de trabajo en un horario más restringido. Cuando esto ocurre, el rendimiento y la productividad del trabajador baja y su salud se resiente.
En otras ocasiones la empresa disfraza la jornada de verano con una jornada intensiva alargada en el tiempo. Es decir, se lleva a cabo una jornada continua pero se obliga al empleado a entrar más temprano al trabajo, lo que en definitiva le hace trabajar la misma cantidad de horas y además levantarse más temprano.
Por último, eso tan de moda como el estrés postvacacional es cierto. Cuando el individuo se acostumbra a una jornada continua y más corta, resulta muy difícil volver, tras el verano, a la cotidianidad. La rutina laboral se vuelve difícil de sobrellevar.
Lo importante es que continúe el debate sobre los beneficios de implantar mayor flexibilidad y contemplar otro tipo de jornadas y horarios, incluida la jornada intensiva. De esta manera, empresas y empleados sacarán partido de la situación.