Convivimos con la generación de estudiantes mejor preparada de toda la historia. El nivel de exigencia es muy alto y el de competitividad aún más. Alcanzar un puesto de trabajo no es tarea fácil y, para ello, hemos de prepararnos y conseguir pasar cualquier proceso de selección, donde van a evaluar tanto nuestra formación técnica o universitaria como cuestiones relacionadas con nuestra experiencia profesional, nuestras competencias y capacidades y también la manera en que hemos ido adaptándonos y renovándonos en cuanto a nuestros conocimientos.
En este aspecto, resulta fundamental un nivel de formación continua a lo largo de la vida profesional. Realmente lo ideal es que asimilemos la idea de educación permanente a todos los aspectos de nuestra vida y también como parte fundamental para combatir la obsolescencia en el ámbito laboral.
El concepto de life-long learning
El concepto del life-long learning o educación permanente comienza a tornarse popular, tanto entre empresarios como entre trabajadores y estudiantes. Pero, ¿resulta realmente de utilidad afrontar un proceso de formación continua? Analicémoslo.
Aunque creamos que estamos ante un concepto novedoso, la formación continua comenzó a desarrollarse a principios del siglo XX, con varias tendencias (europeas y norteamericanas), que al fin y al cabo concluían en la necesidad de que el trabajador pudiera ir adaptándose a los nuevos tiempos y no quedase anquilosado dentro de su desarrollo y capacitación profesional.
Hoy en día es fácil encontrar planes de formación y actuaciones administrativas, como Erasmus+ o los planes de formación de la Junta de Andalucía, donde se presta una especial atención a los ciclos y cursos formativos necesarios para que los adultos permanezcan al día dentro de sus competencias profesionales.
Al margen de la vis de capacitación profesional, es importante resaltar la visión global del concepto de life-long learning, como un aspecto destacado que debe perdurar en el entendimiento y aceptar la educación global como algo inherente a nuestra realidad cotidiana, entrando a formar parte de un proceso vital perdurable en el tiempo.
En la actualidad, la idea de la formación continua ha entrado de lleno en las esferas políticas y se considera así, políticamente correcto, desvincular el derecho a la educación permanente de las trabas económicas y sociales, proponiendo un sistema educativo universal y accesible, en cualquier momento del proceso vital de la persona y que también se desarrolle como una fórmula para mejorar la posibilidad de empleabilidad del individuo.
La educación es vida
Hablamos de un proceso de aprendizaje consustancial al hecho de vivir, por lo que no solo debe estar enfocado únicamente a la especialización y adecuación al puesto de trabajo, sino que también debe formar parte de nuestra vida cotidiana a cualquier edad y hasta por el puro placer del aprendizaje, con ejes de estudios construidos alrededor de los planes e intereses del estudiante, tenga los años que tenga.
Está claro que, siguiendo este procedimiento, nos encontramos con planes enfocados a la juventud, como es el caso de Erasmus +; a la capacitación profesional, para cualquier edad, como los módulos de Formación Profesional y estudios técnicos, los cursos de educación para personas mayores… Cualquier edad y cualquier fin son lícitos para continuar con nuestra formación continua.
De este modo, en la actualidad se rompe con el concepto de life-long learning de la década de los 90 del siglo pasado, cuando la formación continua se enfocó excesivamente, casi exclusivamente, hacia la capacitación para la empleabilidad del estudiante.
En estos momentos se mira más hacia una forma de vida, donde la formación continua es un derecho de la persona, en un proceso natural que no tiene por qué tener fin a lo largo de nuestra vida y cuya meta principal es fomentar el estudio, el conocimiento y la curiosidad en el ser humano.
Life-long learning para el trabajo
Una vez que hemos determinado que la educación para adultos y la formación continua deben ser una práctica habitual en todos los aspectos de la vida, lo cierto es que llegamos también a la necesidad de establecer el mismo vínculo para quien está empleado.
Afortunadamente, en la actualidad hemos avanzado mucho en este concepto y ya todas las partes, trabajadores y empresarios, son más conscientes de la necesidad de estar al día y aprender constantemente para no quedar esclerosado en el puesto de trabajo.
La misma empresa se presta a la opción de pagar parte de los cursos de formación para sus trabajadores, a cambio de mantener una plantilla viva, fuerte, preparada y enérgica, capaz de competir y convertirse en el primer y más importante recurso de la compañía.
Gestionar este recurso es tarea de todos, de los empresarios, de las Administraciones públicas y de los trabajadores. El fin es un aporte mutuo del que todos salimos beneficiados: el trabajador como activo en el proceso de selección, la empresa como gestora de una plantilla cualificada y la Administración pública como cooperante en un sistema que aumenta la productividad, la competitividad y la calidad de la mano de obra.
Formación continua para combatir el desempleo
En un momento económico complicado, la crisis ha traído consigo una fuerte destrucción de tejido productivo. La consecuencia más preocupante y también la más lacerante ha sido la elevada cota de desempleo a la que nos enfrentamos.
En un entorno tan desabrido, se hace más necesario que nunca estar al día, como fórmula para no dejar de formar parte del ámbito competitivo, a través de una experiencia laboral que se complementa con la mejor de las formaciones.
La capacitación y la puesta al día quedan en mano de la formación continua. El life-long learning nos permite acceder a más y mejores procesos de selección, lo que multiplica nuestra tasa de empleabilidad, algo tan deseado en los tiempos que corren.
Evidentemente, también es un reto para paliar el desempleo entre los jóvenes, uno de los sectores más afectados por el paro. La formación continua se perfila, en este sentido, como una manera de dotar de autonomía a la juventud y educarla para afrontar el proceso de selección y aprovechar la ventaja que le supone contar con una buena capacitación.
Cómo ha evolucionado el life-long learning
Hoy en día, el concepto de life-long learning que manejábamos al inicio de este artículo se ha visto complementado, gracias a la experiencia y la puesta en práctica de la educación postgraduada, como una vía que no solo aporta beneficios para el trabajo, pues persigue también estos fines:
- Aprender a conocer. Enseñar al alumno a manejar las herramientas que le proporcionan conocimiento, en lugar de memorizar conceptos estructurados.
- Aprender a hacer. Equipar a las personas para el tipo de trabajo que se necesita ahora y en el futuro, incluyendo la innovación, la adaptación y el aprendizaje para futuros entornos de trabajo.
- Aprender a vivir juntos y con los demás. Como terapia para la resolución pacífica de conflictos se trabajan la aceptación de otras personas y culturas, la consolidación de lazos de comunidad y equipo, la gestión de la competencia y la capacidad individual y la inclusión social.
De este modo, todos llegamos a formar parte de un engranaje perfecto en el que se estimula la competencia, pero también se arbitran y muestran las herramientas para aceptar los cambios y adoptar medidas que palien las dificultades.
Aprender a aprender
En realidad afrontamos los cambios gracias al concepto “aprender a aprender”. El aprendizaje permanente puede inculcar la creatividad, la iniciativa y la capacidad de respuesta de la gente. Estas ventajas nos van a permitir mostrar nuestra capacidad de adaptación en una sociedad postindustrial.
Para ellos y gracias a la formación continua mejoraremos ciertas habilidades, útiles en el entorno laboral y también en nuestra vida cotidiana:
- Gestión de la incertidumbre
- Comunicación fuera y dentro de las culturas, subculturas, familias y comunidades
- Negociación y resolución de conflictos
Solo tenemos que poner el énfasis en la capacidad de aprendizaje y en el deseo de seguir aprendiendo durante toda la vida.
En el año 2001, la Comisión Europea elaboró un documento llamado “Making a european area of lifelong learning a reality”. En él se desarrolló que el aprendizaje permanente “tiene cuatro objetivos generales y se apoyan mutuamente: la realización personal, la ciudadanía activa, la inclusión social y la empleabilidad / adaptabilidad“.
A partir de ese momento se acepta ampliamente que, a medida que el conocimiento y las habilidades se vuelven obsoletos, los individuos actualizan continuamente sus competencias en un proceso de aprendizaje continuo. Si ello es aplicable a todos los aspectos de la vida del ser humano, cómo iba a quedar desgranado del proceso la atención a la vertiente laboral.
Evidentemente, si bien el ser humano ha de estar aprendiendo toda su vida, lo cierto es que en el ámbito laboral se hace necesario que dicho aprendizaje sea formalizado a través de las instituciones habilitadas para ello, que ofrecen desarrollar esta tarea formalmente a través de un programa de estudios que capacita y cualifica de cara al proceso de empleabilidad.
Queda claro que, en este sentido, dichas instituciones ofertan programas abiertos en los que la excelencia académica es la baza para captar al individuo que desea impulsar al máximo su desarrollo profesional.