Huella de carbono y producción agrícola: ¿Cuál es el futuro del planeta?

Huella de carbono y producción agrícola: ¿Cuál es el futuro del planeta?
El arado, la producción de fertilizantes químicos y el uso de agua, crea una huella de carbono con GEI. Es hora de optar por la agricultura sostenible

Cualquier actividad realizada por el hombre deja una huella de carbono. Aunque parezca ilógico, el trabajo que se realiza en el campo y en la agricultura tiene un efecto sobre el medio ambiente. El punto crucial es que se puede disminuir este efecto utilizando las tecnologías adecuadas.

Como trabajador agrícola, hay que estar consciente de lo vital que es usar métodos agrícolas sólidos para que la producción de la empresa sea sostenible y a la vez rentable, fructífera y ecológica.

¿Qué significa la huella de carbono?

Los científicos han descubierto que todas las actividades rutinarias, comerciales, agrícolas y agropecuarias producen una determinada cantidad de gases de efecto invernadero (GEI).

Así, la llamada huella de carbono viene determinada por la cantidad total de estos gases. Como toda acción humana tiene una huella de carbono, esta debe reducirse utilizando las tecnologías más avanzadas ya disponibles.

Esto es especialmente importante en la agricultura. No se puede dejar de sembrar porque se produciría una hambruna de catastróficas dimensiones. Pero, hay que cuantificar esta las toneladas de CO2 emitidas para poder implementar nuevos procesos productivos más amigables con el medio ambiente que garanticen un futuro más limpio.

En otras palabras, la huella de carbono es manera de calcular, en el medio ambiente, el total de las emisiones de GEI que produce una persona, un grupo humano, una determinada organización, empresa o también la prestación de servicio o comercio de un bien. Esta medición es tanto indirecta como directamente.

La masa de CO2 equivalente se utiliza para calcular la huella de carbono (CO2e o CO2eq). Debido a que el CO2 es el gas más prevalente entre los GEI se utiliza como estándar en la medición de los otros elementos. No son más que indicadores que determinan el cambio climático.

La posibilidad de conocer con mayor precisión la contribución de los GEI al calentamiento global y a la aceleración del cambio climático hace que la comprensión de la propia huella de carbono sea decisiva.

Además, la implementación de acciones locales, regionales y globales ha dependido de esta huella. Como ejemplo, cabe nombrar al CMNUCC, Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático o al Acuerdo de París. Este último protocolo se creó en 2016 como consecuencia del primero.

En esencia, el Acuerdo de París busca aumentar los esfuerzos y los compromisos financieros para reducir las emisiones mundiales de GEI. Los inventarios de estos, que tienen en cuenta las emisiones equivalentes a un año natural, son otro factor que se utiliza la estimación de la huella de carbono.

Establecer que cada persona produce una huella de carbono única hace posible tomar decisiones cotidianas de consumo para minimizar estas emisiones. Así, se puede contribuir con un futuro sostenible. Es transcendental tomar conciencia de esto.

¿Cómo contribuye la agricultura a la huella de carbono?

Los químicos

Pensar que sembrar la tierra puede causar GEI puede parecer paradójico. Sin embargo, no lo es. Los fertilizantes y productos químicos para plagas han demostrado ser bastante eficaces para aumentar el rendimiento de los cultivos y la agricultura.

Pero, su uso puede tener un impacto negativo en la salud de las personas y en el medio ambiente. Es decir, deja una “huella de carbono".

En este sentido, es fundamental utilizar sustancias alternativas que mantengan la sensibilidad medioambiental y hagan avanzar la agenda de crear sembradíos más ecológicos. El uso de biofertilizantes es una manera de dar un paso adelante.

Este método de uso de fertilizantes minerales y orgánicos busca reducir en un 20% el empleo de químicos para 2030. Así lo dictaminó la Comisión Europea en su intento por reducir las pérdidas de nutrientes en un 50% sin afectar a la fertilidad del suelo.

La adición de nutrientes en el medio ambiente, a través de productos químicos en el suelo, interviene de manera negativa en la biodiversidad y el clima.  En un suelo agrícola sano hay macro y micronutrientes, así como flora bacteriana.

Un sofisticado mecanismo rige el proceso de nutrición del suelo y los fertilizantes y otros productos químicos rompen este balance.

Aún queda mucho por aprender sobre la química del suelo (más aun considerando las diversas zonas geográficas, los propios cultivos y su efecto en el suelo). Es difícil comprender cómo afectan los fertilizantes sintéticos a la agricultura.

Sin embargo, queda claro que hay una conexión entre el uso de estos pesticidas y la salud del suelo, lo cual deja una terrible a huella de carbono por efecto de los cultivos. 

Asimismo, los productos químicos utilizados en la agricultura tienen un impacto significativo en el PH y la fertilidad del suelo. Resulta caro y difícil intentar recuperarlos. Por eso hay que comenzar hoy con los cultivos alternativos para cuidar el suelo, la salud humana y de los animales que se alimentan de sus productos.

La salud del suelo y la capa de ozono

La frase "huella de carbono" tiene que ver con el debilitamiento, agotamiento y resquebrajamiento de la capa de ozono. Esto ocurre por efecto directo de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este impacto entran las emisiones de los coches de combustibles fósiles, las industrias y toda actividad humana, incluidas las del sector agrícola.

Es esencial que los Estados del mundo se concentren en las soluciones a mediano y largo plazo. Es así, como se hace posible desplegar un patrón de agricultura sostenible que sea respetuosa con la ecología y el medio ambiente.

Esto es lo más lógico porque tanto el suministro de alimentos como el de agua se ven directamente afectados por todo el planeta en desequilibrio.

En consecuencia, la producción de más productos agrícolas aumenta en gran medida la huella de carbono. Esta es una manera de establecer indicadores que permiten medir de qué manera los productos destinados al agro afectan el medio ambiente.

GEI: ¿De qué es culpable la agricultura?

De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), la actividad agrícola y pecuaria y los cambios en la utilización del suelo son causante de un 23% del total mundial de las emisiones de GEI.

La Unión Europea estableció que 10% de ese total corresponde a los Estados miembros. Por su parte, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), organismo adscrito a la ONU (Organización de Naciones Unidas), estableció que la contribución de América Latina y el Caribe es 1,5 veces superior a Europa.

No hay que ser muy estadista, ni experto para determinar que hay que transformar y evolucionar hacia nuevas formas de hacer agricultura. Se deben adoptar medidas modernas y tecnologías de nutrición del suelo sin que esto vaya en detrimento de la capa de ozono.

Los fertilizantes químicos o nitrogenados son causantes de emitir GEI. Tal es el caso del el CO2 (dióxido de carbono) y también el N2O (óxido nitroso).

Además, el uso constante de estos productos produce, en muchas ocasiones, que los suelos tengan deficiencias que pueden alcanzar el 85% en lo que son los macro y los micronutrientes.

Los cultivos hechos en estos suelos repercuten en la salud humana y animal que consumen estos productos del agro. En humanos, conlleva deficiencias en el crecimiento, escasa y débil masa muscular, diabetes u osteoporosis, entre otras patologías.

Un círculo vicioso

La utilización de fertilizantes produce GEI, el uso de estos químicos disminuye los nutrientes naturales del suelo y produce cosechas deficientes en macro y micronutrientes. Esto deteriora la capa de ozono y da lugar al cambio climático.

Sumado a esto, los cambios de temperaturas afectan los cultivos y su normal desarrollo. Todo está conectado en este delicado ciclo natural que el hombre deshilacha hebra a hebra en el equilibrio natural del planeta.

La relación existente entre el cambio climático por los GEI y la agricultura es una ruta de doble sentido. La segunda contribuye con la primera y le calentamiento global y los cambios de temperatura bruscos impactan negativamente a la agricultura.

Varios de estos impactos negativos y adversos son evidentes y visibles en muchas partes del planeta.  Pero, si el calentamiento aumenta repercutirá sustancialmente y de manera desfavorable en todas las regiones.

Si a esto se le suma la penuria por la falta de agua en muchos lugares del mundo en los cuales el riego depende de la lluvia y la variación en los períodos de cosecha, el cambio climático y su marca en la agricultura requerirán una nueva visión.

Este enfoque debe romper paradigmas y va desde el almacenamiento de agua para hacer frente a los de precipitaciones mayores o menores y la manera en que se han venido cosechando las siembras con químicos.

Por otra parte, los fenómenos climáticos como las inundaciones o sequías han ido notablemente en aumento y se calcula que su magnitud y frecuencia se van a ver incrementadas. Según la Agencia Iberoamericana para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología (Dycit) es muy  probable que estos afecten de manera sustancial todas las regiones del planeta en lo que respecta a las siembras, producción forestal y de cosecha de alimentos.

Obviamente, esto atenta contra la seguridad alimentaria de millones de habitantes del globo terráqueo y podría causar serios conflictos a futuros por las tierras habitables, al igual con los recursos naturales como el agua dulce.

El cambio climático, asimismo, está perturbando la distribución de plantas, plagas, especies invasivas y vectores de enfermedades (mosquitos, roedores, parásitos, etc.). Todo esto hace muy factible que aumente la incidencia y localización geográfica de diversas patologías para los humanos, animales y especies vegetales.

¿Cómo evitar la huella de carbono en la agricultura? Tres modelos sostenibles

Esta respuesta es sencilla: agricultura sostenible. Lo que si no resulta fácil es cambiar todo el aparato productivo agrícola (y también pecuario) para que las labores del campo no sigan incrementando la producción de GEI.

En las manos de cada actor agrícola está la ejecución de nuevas maneras de producir con una tecnología mucho más eficiente destinada a reducir la huella de carbono de las siembras.

Sin embargo, en la actualidad hay tres modelos que pueden aminorar de manera consistente la emisión de GEI. ¿Cuánto? Pues, dependen de los productores que decidan dar el salto hacia un modelo más sustentable. Se puede optar por:

Siembra Directa

La siembra directa es el método agronómico de elección en la agricultura de conservación para los cultivos anuales. Con esta metodología no se realiza ningún tipo de laboreo, los residuos vegetales protegen cerca del 30% de la superficie y las labores sobre residuos vegetales de cultivos anteriores. Esto último suministra nutrientes naturales al suelo.

Es un método ideal para lograr un alto nivel de conservación en los cultivos anuales porque elimina por completo el arado mecánico del suelo.

La siembra directa imita los procesos naturales. Un ejemplo claro de esto es la actividad en los bosques y selvas, donde las semillas aterrizan en colchones o capas hechas de hojas y otros restos vegetales.

De esta manera una capa vegetal protege al suelo de la erosión, de los efectos del agua o del viento y evita su degradación. En otras palabras, se siembra sin mineralizar los materiales orgánicos del suelo, ni disturbar los procesos naturales.

Agricultura de precisión

La aplicación de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) a las tareas agrícolas para aumentar la producción de los cultivos y minimizar el efecto medioambiental es lo que se conoce como agricultura de precisión.

Los procedimientos operativos de la industria agrícola están cambiando gracias al empleo de esta tecnología. Para las empresas u organizaciones, subirse al expreso de la agricultura de precisión es una apuesta limpia, segura y productiva.

El uso de pesticidas y otros agentes químicos puede reducirse en gran medida con la ayuda de dispositivos como los drones o los satélites. Estos equipos proporcionan los datos “de precisión” sobre el estado de los cultivos.

Tanto es así que la teledetección puede utilizarse para determinar qué zonas necesitan más o menos nutrientes o pesticidas. De este modo, podrá conservar el agua, gastar menos en productos fitosanitarios y salvaguardar el medio ambiente y la salud de los empleados de la tierra.

Uso de productos del agro amigables con el ambiente

La aplicación adecuada de pesticidas, herbicidas y nutrientes biológicos y no químicos ayuda a que la huella de carbono de los cultivos sea significativamente menor.

El agroecosistema se beneficia de esta técnica, ya que reduce la dosis de sustancias activas utilizadas por cada hectárea.

Por otro lado, el uso de la nanotecnología permite mejorar el aprovechamiento de los fertilizantes y, en consecuencia, reducir la cantidad aplicada.

En ambos casos, estas tecnologías permiten:

  • Una mayor eficiencia y sugiere una menor necesidad de ingredientes activos químicos o micro y macronutrientes.
  • Una disminución de las hectáreas que tienen que ser sometida al paso de equipos que van en detrimento de la capa vegetal natural.
  • Considerable ahorro de dinero en uso de combustible fósiles en vehículos como los tractores.
  • Disminución de liberación de GEI durante por la manufactura de fertilizantes nitrogenados.

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