Lo imposible... sucede

Lo imposible... sucede
Un análisis sobre el impacto del cambio climático en la intensificación de los fenómenos meteorológicos, el origen de este cambio y las medidas contra él

Los teóricos del cambio climático pronosticaron hace décadas que los fenómenos meteorológicos extremos se acentuarían y se volverían cada vez más normales.

En los últimos meses, se ha notado una intensificación importante de este tipo de fenómenos, entre los que destacan varios huracanes devastadores que han sacudido distintas zonas de la Tierra.

En concreto, cabe mencionar el impacto significativo de tres agresivos huracanes que han devastado países enteros y han sumido a una gran cantidad de personas en la pobreza y en la desesperación, llegando a provocar incluso hambrunas:

  1. El huracán Harvey fue un devastador huracán que en agosto de 2017 arrasó diversos lugares del Caribe y del sur de los Estados Unidos, provocando destrozos valorados en billones de dólares y decenas de víctimas mortales.
  2. El huracán Irma llegó a varias islas del Caribe (como Antigua y Barbuda, Las Bahamas o Cuba, entre otras) y al sur de los Estados Unidos poco después del Harvey, a finales de agosto de 2017. Acabó de dañar las estructuras que ya habían quedado muy debilitadas por el paso de su antecesor y causó la muerte de al menos 24 personas.
  3. El huracán María azotó principalmente Dominica y Puerto Rico, durante el mes de septiembre de 2017. Sus consecuencias fueron dramáticas en la zona y provocaron una crisis humanitaria muy grave en Puerto Rico.

Algunos conocidos medios de comunicación internacionales, como la BBC o la CNN, publicaron artículos en los que se afirma claramente que el cambio climático ha tenido un papel significativo en el aumento de la magnitud de estos huracanes, basados en estudios y opiniones de expertos en la materia.

Estos expertos afirman que algunos de los efectos del calentamiento global, como el aumento de la temperatura del agua de los océanos —y, por consiguiente, el aumento del nivel del mar—, incrementan el nivel destructivo de estos huracanes, por lo que sus efectos son mucho más devastadores de lo que habrían podido ser en un pasado.

Pero, ¿cómo se ha llegado hasta aquí?

El aumento de la temperatura global se ha ido produciendo a lo largo de las últimas décadas, fruto de factores diversos que tienen que ver con el hombre: la industrialización, la deforestación, el uso de combustibles fósiles, el empleo de una gran variedad de productos contaminantes, la quema o el uso de productos tóxicos, y un largo etcétera.

La forma de vida de las sociedades modernas también ha contribuido a la aceleración de este fenómeno global: todo va a un ritmo tan rápido que a veces no hay tiempo para reciclar, se quiere disponer de más recursos de los que el planeta puede generar y no se tienen en cuenta las repercusiones medioambientales de las acciones humanas a largo plazo, ya que solamente se piensa a corto plazo.

En efecto, estas sociedades modernas muchas veces priorizan el beneficio económico al beneficio ambiental. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ambos están muy relacionados, y que cada vez van a estarlo más.

Hace décadas que los científicos alertan al mundo de los peligrosos efectos que el cambio climático puede tener en el planeta y en la agudización de los fenómenos meteorológicos, cada vez más extremos debido a las consecuencias del calentamiento de la atmósfera y del agua de los océanos.

En los últimos años, los efectos del calentamiento del planeta son visibles: entre los años 1880 y 2015, la temperatura global de la Tierra aumentó 1 °C, y durante el siglo pasado, la temperatura de la superficie oceánica se incrementó en alrededor de 0,1 °C, lo que ha significado un aumento del nivel del mar de 19 cm entre 1901 y 2010.

Este aumento de la temperatura del planeta y de sus océanos es un caldo de cultivo ideal para fenómenos como los huracanes: su intensidad es mayor en las aguas que son más cálidas, ya que el agua se evapora más fácilmente y esto ayuda a que las tormentas del océano se vuelvan más grandes e intensas.

Cuando estas tormentas oceánicas más intensas tocan tierra pueden ser mucho más peligrosas y mortíferas que las convencionales, a las que la humanidad se había enfrentado a lo largo de su historia, ya que su potencia es mucho mayor.

Así pues, los efectos meteorológicos extremos —ayudados por el incremento de la temperatura del planeta y de los océanos— pueden tener consecuencias nefastas para el conjunto de la población mundial, como se ha demostrado ya en episodios como los de los terribles huracanes del pasado verano de 2017 en la zona del Caribe y del sur de los Estados Unidos. En efecto, la devastación de estos huracanes no solamente tuvo terribles consecuencias materiales y personales, sino que también supuso un esfuerzo económico muy elevado para las administraciones de los países afectados.

Medidas adoptadas para paliar los efectos de estas catástrofes

Después de estas catástrofes ambientales, la ONU ha implementado distintas medidas paliativas en las zonas más afectadas para ayudar a la recuperación de la población tras el desastre. Además, ha hecho un llamamiento a toda la comunidad internacional para proporcionar ayuda a los países damnificados por los huracanes.

Entre algunas de las medidas más significativas destacan las realizadas por miembros del sistema de Naciones Unidas:

  • El despliegue que la OPS (Organización Panamericana de la Salud) llevó a cabo de distintos especialistas en los campos esenciales para atacar los problemas más urgentes derivados de los huracanes:  la infraestructura de salud, la ingeniería sanitaria y la epidemiología, entre otros.
  • Asimismo, el PMA (Programa Mundial de Alimentos) se encargó de mandar comida para las personas más necesitadas en la isla de San Martín y en Anguila, donde estaban miles de personas evacuadas de Barbuda.
  • Finalmente, la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) ayudó en la tarea de gestionar los refugios y los distintos campamentos para los damnificados, en la búsqueda de los desplazados a causa de los huracanes y en la minimización del riesgo de violencia relacionada con el género. Además, contribuyó al almacenamiento de refugios móviles y de kits de higiene en Panamá.

Estas medidas han sido fundamentales para contribuir a paliar los graves efectos de los huracanes en las zonas devastadas y para evitar efectos todavía más graves (desnutrición de la población por falta de alimentos y materias primas, enfermedades y epidemias, inseguridad y violencia callejera, entre otros). Con todo, se trata de medidas paliativas que no inciden en la raíz del problema.

Si en el futuro no se adoptan más medidas dirigidas a frenar el aumento de la temperatura del planeta Tierra, cada vez habrá más desastres de esta índole, con mayor frecuencia y con efectos todavía más dramáticos.

Por consiguiente, es imprescindible que organismos internacionales que están dotados de una importancia capital en el plano internacional como la ONU prioricen una estrategia —de manera mundial— para abordar la lucha contra el cambio climático y sus devastadoras consecuencias globales.

La ONU apuesta por la adopción de algunas medidas tecnológicas y de ciertos cambios en el comportamiento humano. Y todo para restringir el incremento de la temperatura media del planeta a niveles inferiores a 2 °C. Esto es lo que ha promovido esta organización internacional en el marco de los Acuerdos de París de 2015, celebrados en diciembre de ese año y que subscribió la mayoría de estados del mundo: en total los firmaron 195 países, aunque destacan algunas excepciones significativas como la de Estados Unidos.

Los Acuerdos de París hablan de objetivos comunes entre los países firmantes, como reducir las emisiones contaminantes para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °, hacer todo lo posible para que las emisiones en el planeta lleguen a su máximo nivel tan pronto como sea posible y, finalmente, aplicar reducciones de las emisiones rápidas, basadas en criterios de expertos científicos en el campo.

En estos acuerdos, los países firmantes también resolvieron que se reunirían cada cinco años para instaurar nuevos objetivos, cada vez más ambiciosos, respaldándose en estudios y criterios de científicos versados en la materia. ¿El objetivo? Informar a todo el mundo (Gobiernos y ciudadanos) sobre los avances llevados a cabo y evaluarlos.

Finalmente, los acuerdos admiten la necesidad de cooperación entre los distintos estados del planeta en la lucha contra el cambio climático, en la prevención de las emergencias y a favor de un desarrollo más sostenible.

Además, ese mismo año, las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, que consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que persiguen la meta de alcanzar una mejora en la situación actual de desarrollo del planeta.

Todas estas medidas son esenciales para la concienciación sobre la problemática y para empezar a abordarla y a paliar sus efectos. Sin embargo, es necesario que todos los países del mundo actúen de forma consensuada, rápida y contundente para poder frenar debidamente los peores efectos de un cambio en el clima que ya está empezando a notarse.

Resulta esencial que los Gobiernos de todo el planeta comprendan la importancia de tomar medidas contundentes para evitar que el cambio climático siga causando estragos que pueden costarles mucho dinero, muchas vidas y muchos perjuicios, como en el caso con los huracanes devastadores en el Atlántico en 2017. Estos fenómenos meteorológicos extremos constituyen una de las muchas señales que el planeta está mandando a los líderes mundiales, que todavía pueden actuar para evitar catástrofes peores.

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Comentarios (2)

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Jessy

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Si el hombre no deja de contaminar y no se dedica a crear medidas para dar solución a la polución y mejorar nuestro ecosistema no cambiará nada y los efectos como los fenomenos de la naturaleza seguirán destruyendo más nuestro mundo y muriendo más gente a nivel mundial y esas muertes generan epidemias mundiales y entre otras más consecuencias nefastas.

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