La triple línea de beneficio es un concepto relacionado con la economía sostenible que expresa la actividad de una empresa en tres dimensiones: ambiental, económica y social. También llamada la cuenta del triple resultado o The Triple Bottom Line (TBL), empezó a utilizarse a mediados de los años 90 del pasado siglo por un grupo de expertos en contabilidad.
El término se hizo popular en 1998 tras la publicación del libro Cannibals with Forks: The Triple Bottom Line of 21st Century Business, del consultor británico John Elkington. El autor diseñó un nuevo sistema para evaluar la sostenibilidad en un marco contable que llamó TBL.
La TBL se utiliza en la actualidad por empresas sin ánimo de lucro y comerciales. Organizaciones tanto públicas como privadas y distintos Gobiernos están intentando implementar este sistema de evaluación en muy distintos ámbitos.
Los resultados de esta evaluación se reflejan en los informes de RSC, que son las siglas de Responsabilidad Social Cooperativa. Estos informes son indicadores de la responsabilidad empresarial en las tres dimensiones citadas.
Qué aporta la TBL a las empresas
Se parte de la idea de que una organización que tenga incluido en su contabilidad el triple resultado buscará maximizar su beneficio tanto económico como ambiental. Al mismo tiempo, intentará eliminar o reducir al máximo los aspectos que afecten negativamente a esos beneficios. Además, hará énfasis en su grado de responsabilidad ante sus accionistas y demás agentes sociales interesados.
Un primer beneficio es el de su imagen ante una sociedad cada vez más concienciada de que el crecimiento económico debe ser sostenible. Los consumidores quieren saber cuál es el impacto medioambiental, social y económico de los productos que compra. Como resultado, aquellas empresas responsables y que aporten información sobre sus actuaciones tendrán mejor reputación ante la opinión pública que las que oculten los datos. Es decir, la responsabilidad empresarial será premiada con la confianza de los consumidores. Esta previsión se está cumpliendo cada vez más, pero no al ritmo deseable por los defensores de la economía sostenible, ni de la misma manera en todos los países.
Además del beneficio para la imagen de la empresa, hay una serie de ventajas concretas recogidas en la Revista de Contabilidad y Dirección (García López, 2015) que se detallan a continuación:
– Aumento del beneficio y el mercado: incremento de la cuota de mercado y de la facturación; incremento de la posibilidad de penetración en nuevos mercados; mejora de la calidad; mejora de la competitividad; mejora de las relaciones con los clientes y el público en general.
- Mejora del margen comercial y de la productividad: incremento de la eficiencia operacional; reducción de los costes por materiales, energía y residuos; reducción general de costes; reducción de los costes de transporte, almacenamiento y embalaje; reducción de las multas, seguros y costes de compensación a los trabajadores por accidentes laborales; mejora del ánimo, productividad y creatividad de los empleados.
- Mejores condiciones de acceso al capital: mayor atractivo para los inversores, acceso a subvenciones públicas.
- Reducción de los costes de capital: reducción del fondo de maniobra y de los costes operacionales; reducción del capital fijo y cambios en la concepción del equilibrio patrimonial; reducción de costes de capital a través de la mejora con los inversores y el resto de las partes implicadas.
- Mejora de las funciones organizativas: mejora de la información disponible para la toma de decisiones; clarificación de las responsabilidades organizacionales y contables; procesos operativos y desarrollo del negocio más estable; establecimiento de programas de mejora continua.
Cómo son las empresas sostenibles
La característica general que define a las empresas que apuestan por la sostenibilidad es que no solo buscan el beneficio económico, sino que también cuidan la forma en la que lo consiguen. Estas empresas tienen en cuenta a sus empleados y accionistas, pero no descuidan el entorno en el que realizan su actividad.
Se trata de una visión a largo plazo que ofrece una triple cuenta de resultados, ya que, además de los datos económicos, se incorporan otras magnitudes sociales y medioambientales. Desde finales del siglo XX la lista de empresas que se han sumado a esta práctica no ha dejado de crecer en todo el mundo.
En qué consiste la responsabilidad social corporativa
Las empresas sostenibles se engloban en la llamada responsabilidad social corporativa (RSC). Este concepto supone la implicación empresarial en el mejoramiento social, económico y ambiental de una forma voluntaria. Las empresas consiguen, a su vez, mejorar su valor añadido y su ventaja competitiva.
Por lo tanto, la RSC va más allá de impuestos ecológicos, leyes y reglamentos. El carácter voluntario hace que sean las propias empresas las que, tomando como punto de partida la legislación, aumenten su contribución al medioambiente y a la mejora social de su entorno.
Estas empresas sostenibles comparten una serie de principios éticos, entre los que destacan los siguientes:
- Ofrecer productos útiles en condiciones justas.
- Respetar los derechos humanos creando condiciones laborales dignas y seguras para los trabajadores.
- Evitar cualquier clase de contaminación y hacer un uso razonable de los recursos naturales.
- Cumplir la legislación vigente.
- Intentar un reparto equitativo de la riqueza.
- Luchar contra la corrupción.
- Cuidar la salud de los trabajadores.
- Revisar la eficiencia energética de la empresa.
- Luchar contra el cambio climático.
Estos compromisos forman parte de lo que se ha venido a llamar capitalismo socialmente responsable. Muchas empresas lo suscriben con el fin de mejorar su imagen, pero si la estrategia de la empresa se desvía de los principios de responsabilidad social o ambiental quedará en evidencia, porque se demostrará que su compromiso era un simple lavado de cara.
Medida de la RSC
Para evaluar la RSC de las empresas no existe un modelo estándar aceptado. Una de las medidas la aporta el Ranking de Sustentabilidad Empresarial PROhumana. Esta fundación, con sede en Chile, ofrece a las empresas una metodología para gestionar y evaluar la sostenibilidad. Mediante esta herramienta pueden conocer en qué estado se encuentran sus políticas y programas dedicados a la RSC.
Otro instrumento validado para medir la percepción de los trabajadores sobre si su empresa tiene responsabilidad social corporativa es la CSR Scale de Turker. Esta escala apareció en 2009, pero salió una versión en español en 2017 y se utilizó para medir la satisfacción de los trabajadores en una empresa mexicana. Los resultados del estudio con 129 trabajadores confirmaron que existe una relación directa entre la satisfacción laboral y el grado de responsabilidad social empresarial.
Cómo mide la TBL las actuaciones de las empresas
La TBL considera que las tres vertientes de sus resultados se pueden medir, pero no son estáticas ni estables porque se ven afectadas por las presiones sociales, políticas y económicas. Por otra parte, cada una de las líneas: económica, social y medioambiental, es independiente de las demás. Funcionan como tres placas continentales, en constante movimiento, a veces rozándose y en otras ocasiones superponiéndose entre ellas.
Para analizarlas por separado se creó una matriz de triple resultado (García López, 2015) que considera los tres aspectos fundamentales de la TBL (economía, sociedad y medioambiente) en tres columnas. En las filas se sitúan los distintos factores implicados: grupo de interés, accionistas, franquicias, empleados, clientes, proveedores, competencia, comunidad, humanidad, generaciones futuras y mundo natural o ecosistema.
La interacción entre cada columna y las distintas filas aporta un resultado; en una cuarta columna se refleja la medida total de cada fila y, finalmente, a los beneficios totales se le restan los costes. El resultado es el beneficio sostenible.
En cada una de las tres áreas se tienen en cuenta algunos aspectos concretos:
- Económicos: costes del capital, aumento del beneficio, beneficios marginales crecientes, productividad, retorno de la inversión, riesgos asumidos por la dirección y valoración de la empresa.
- Sociales: impacto social y comunitario, igualdad de oportunidades, salud y seguridad laboral, educación, reconocimiento social y pensiones de jubilación.
- Medioambientales: energía, agua, materiales utilizados, emisiones y residuos, nuevos productos y servicios, impacto en el sistema de vida y diseños operacionales.
- Según el trabajo citado de la Revista de Contabilidad y Dirección, las empresas desean medir sus actuaciones sociales y medioambientales por tres razones principales:
- Convergencia: la medida del resultado social y medioambiental implica que la empresa mejorará sus actuaciones sociales y tenderá a tener más beneficios de todo tipo a largo plazo.
- Afianzamiento de sus obligaciones sociales y medioambientales: las empresas tienen la obligación de mejorar el beneficio neto de sus actuaciones en materia social y medioambiental. Para ello es necesario medir con qué grado de cumplimiento llevan a cabo estas obligaciones.
- Informes: las empresas tienen la obligación de proporcionar información a las partes implicadas acerca del desempeño de sus acciones sociales y medioambientales.
En conclusión, las empresas se sirven de la medición que aporta la triple línea de beneficio para mejorar sus cuentas de resultados, sobre todo, a medio y largo plazo.
Sin embargo, la medición no siempre resulta sencilla. Muchos de los factores que se pretenden medir son subjetivos y no se pueden cuantificar, así que el reto para el futuro es doble. Por un lado, se debe conseguir que la aceptación de estas medidas de sostenibilidad sea mayoritaria en todo el mundo; por otro, se deben alcanzar acuerdos sobre qué se está midiendo y cómo se debe medir. La tarea no parece sencilla.
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Yesica Rodriguez
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