Los costes hundidos sirven para poner de manifiesto la influencia de la mente menos racional en la toma de decisiones. Con la resistencia atávica a asumir una pérdida por el capital o esfuerzo invertido, se agranda un inevitable mal resultado. El componente emocional y el paso del tiempo se retroalimentan en una deriva reñida con el menor sentido de la rentabilidad.
Este impulso a no dar por desaparecido un recurso después de una evidencia de su pérdida tiene profundas raíces...
El dilema de los costes hundidos
